Otumba, Estado de México, 18 de abril de 2019. En Otumba, “La Tienda grande”, propiedad de Don Vicente Carrasco y Doña Anita Espinoza, fue el icónico inmueble al que a finales del siglo XIX y principios del XX, acudieron por igual personas de todas las clases sociales, lugareños, vecinos y viajeros, todos ellos en busca de adquirir víveres y artículos de primera necesidad, pero también ultramarinos, novedades y productos exclusivos.
Un selecto grupo de gente también acudía al lugar para visitar a los propietarios, en lo que en esa época era el paso obligado entre Veracruz y la Ciudad de México.
A partir de 1981, por iniciativa de un grupo de vecinos y con el apoyo del Gobierno del Estado de México, la tienda ubicada en el edificio también conocido como “El Portal del Fénix”, en pleno centro de Otumba, abrió nuevamente sus puertas, ahora como museo.
Por primera vez en su historia, la casa de la familia Carrasco, ubicada en la planta alta, fue abierta al público en general, una visita que por muchos años fue exclusiva para arzobispos, políticos, militares y miembros de la aristocracia de la región, principalmente durante la segunda mitad del siglo XIX.
Este centro de aprovisionamiento de miles de personas de la región de Otumba y su comarca, en una época en la que la economía de la región estaba sustentada en la producción y comercialización de pulque, puede ser visitado en pleno siglo XXI para conocer la historia de esta región, a través de una extraordinaria recreación museográfica.
El resultado del trabajo de una familia que logró una bonanza económica a partir del comercio, no sólo admirando la tienda, también la casa-habitación e imaginar por un lado la economía local y por otro el glamur con el que vivía una parte de la sociedad porfiriana.
Un mostrador de madera de 10 metros de largo, hecho de una sola pieza, continúa dando la bienvenida al visitante y aunque ahora ningún artículo está a la venta, el público seguramente sonreirá con nostalgia al reconocer entre las más de 250 botellas de refresco de distintas épocas, su favorito.
Cigarros, jabones, medicamentos, velas, botellas de vinos y licores son una representación de los artículos que antaño se comercializaban en este sitio que contaba en la planta baja con son su propia fábrica de pastas, refrescos, un amasijo, peluquería y pulquería.
En la planta alta se puede pasar –literalmente- hasta la cocina, donde una majestuosa estufa de leña, fabricada en Alemania es una de las piezas que destacan y recuerdan el alto poder adquisitivo de los propietarios, en espacios como las habitaciones con sus cortinas de lino pintadas a mano e importadas de Europa que confirman la posición económica de la que gozó la familia Carrasco Espinoza.
También con cortinas de lino pintadas a mano, el comedor presenta la ambientación de la época con la peculiaridad de las botellas de vino sobre la mesa, son piezas originales que reetiquetaba la familia para su venta.
En una de las alacenas, entre los cientos de botellas de bebidas y medicamentos de la época, en su mayoría importados, es posible identificar la emblemática botella de refresco conocida como “de canica”.
La elegante sala, también con cortinas pintadas a mano, sillones de la época y las peculiares escupideras, sirven de escenario para exhibir las litografías de quien da nombre a este museo, Gonzalo Carrasco, quien destacó dentro de la pintura religiosa de principios del siglo XX, por lo que a manera de homenaje este espacio administrado por la Secretaría de Cultura del Estado de México, llevan el nombre de Museo y Centro Regional de Cultura “Gonzalo Carrasco”.
Luego de una intervención del Gobierno del Estado de México para dar mantenimiento al edificio, La Tienda Grande de Otumba abre de nuevo sus puertas para deleite de propios y extraños que de martes a sábado de 10:00 a 18:00 horas y domingos de 10:00 a 15:00 horas, pueden realizar un viaje imaginario al pasado, admirando piezas y elementos arquitectónicos de los siglos XIX y XX, cuya preservación y cuidado no se podría entender sin el cariño que tienen los integrantes del Patronato y el personal del museo, que celosamente resguardan el acervo que habitualmente se nutre de donaciones.