Valle de Bravo, Estado de México, 1 de noviembre de 2019. Con la lluvia como testigo, el Jardín principal del Pueblo Mágico de Valle de Bravo recibió las ofrendas realizadas por cada una de las cinco etnias originarias del territorio estatal.
En palabras del antropólogo Agustín Martínez Colín, autor de texto que contextualiza esta tradición: “El culto iniciaba desde el momento que el ser dejaba de existir, vistiéndolo con sus mejores ropas y colocando en su tumba objetos personales y alimentos, para que en el otro mundo o su otra vida, a la que estaba destinado, no pasaran hambre ni frío, lo que se sumaba a los elementos que colocan los antiguos mexicanos con sentido sagrado como barro, obsidiana, copal”.
Durante su presentación, las cinco ofrendas despedían el aroma del copal, lucían hermosas flores de cempasúchil y contenían alimentos únicos dedicados a los difuntos.
Con sus diferencias, las cosas que las unen son el agua, la sal, el copal, la cera, las flores, los petates, tamales, frutas y el pan con sus peculiares formas y sabores, de la época, destaca la preparación de tlaxcales, galletas de maíz que alimentan el alma.
En su oportunidad tlahuicas, mazahuas, otomís, matlazincas y nahuas explicaron sus creencias al respecto, con énfasis en el apoyo y los espacios que se abren para que estas etnias sigan vivas y dando elementos a las y los mexiquenses para sentirse orgullosos de sus orígenes.
Los matlazincas, por ejemplo, prepararan la ofrenda purificando el espacio, para después colocar un arco de madera forrado con palma, los picos que representan el Sol y los caminos por donde las almas llegan.